Hoy te quiero compartir la historia de Miki, quien escribió este mensaje:
Estoy viviendo en Kyoto desde enero. ¡Todavía no puedo creerlo! Cuando empezamos con las sesiones de coaching, cuando te conté que quería vivir acá, todo parecía tan imposible y descabellado, tan lejano. Yo nunca había hecho coaching, así que también aprender y aceptar el proceso era algo nuevo para mí. Hoy veo hacia atrás y me doy cuenta de que tuve mucha suerte de encontrarte. Porque tu acompañamiento no solo me ayudó a convencerme de que era posible y podía lograrlo, sino que, cada vez que he tenido alguna dificultad o perdí el eje, todo lo que me enseñaste me ayudó a volver a encarrilarme y hacer foco en la meta que me propuse: vivir en Japón.
Al principio averigüé medios para llegar acá desde Argentina. Busqué información en Internet, que siempre es un arma de doble filo. Pregunté en mil foros de gente ya viviendo acá. Y recibí muchos mensajes, la mayoría diciéndome que si tenía más de 30 y no sabía inglés ni japonés era imposible. Pero hubo otras personas que me contestaron y me ayudaron a pensar posibles caminos.
Así encontré a Napo Sensei, un argentino que enseña japonés a hispanohablantes y hace años vive en Japón. Él además ayuda quienes están decididos a vivir acá. Con él empecé a acercarme al idioma y tomar clases online. Y gracias a su ayuda incondicional, hoy estoy acá.
Como nada puede escapar de una planificación concreta y real, como me repetías cada sesión, empecé a ahorrar y buscar escuelas que dieran visas de estudio. Pero cuando la situación en Argentina empeoró y ya no tenía más horas en el día para trabajar más, de nuevo apareció tu voz en mi oído: pensar fuera de la caja, buscarle la vuelta y cambiar quizás los medios, pero no el objetivo.
Averigüé qué países me permitirían ahorra más rápido lo que necesitaba para mi visa japonesa. Vendí todas mis cosas y al mes siguiente gasté todos mis ahorros en un pasaje de ida a Australia. Llegué sin saber ni decir «hello» así que trabajé de cualquier cosa al principio: lavé autos en un estacionamiento cerca de la playa, fui ayudante de jardinería, trabajé de lavacopas, limpieza en eventos. Vivir en Sydney con visa de estudio me permitió aprender inglés, así que a los 6 meses conseguí un trabajo estable en una warehouses. Además, vivir en Australia me permitió no solo pagar mi visa japonesa, sino vivir mil experiencias nuevas: aprendí a surfear, viajé a Nueva Zelanda, viajé por Australia con nuevos amigos, vi animales y lugares que jamás había visto ni en libros, me enamoré. Y conocí a personas que me apoyaron en mi sueño. Cada vez que tuve alguna inquietud conocía alguien que tenía la respuesta justa a lo que buscaba. En el instituto de inglés conocí a una japonesa, hoy mi mejor amiga acá. ¡Con ella y su familia pasé Año Nuevo cuando por fin me mudé! Viajamos juntas por Tokyo, Yokohama, Enoshima y Kyoto antes de que empezara mis clases de japonés.
No solo llegué hasta acá por mi dedicación. Tus sesiones me ayudaron a pensar con más claridad sobre qué quería, qué es lo que resonaba conmigo, con mis valores y creencias, con quien quiero ser y la vida que elijo vivir.
Pero por sobre todo me ayudaste a cómo volver a enfocarme cuando quizás la motivación y el empujón de la adrenalina inicial baja, o las cosas no se dan como yo esperaba o hay obstáculos que no pude prevenir.
Hace un mes me diagnosticaron dislexia.
Noté que me costaba seguir el ritmo de las clases, que iba atrasada en relación con mis compañeros. Así que hablé con una psicopedagoga. Me hizo todas las pruebas. Resulta que toda la vida fui disléxica. Tengo un grado de casi 90%. Al principio fue un golpe bajo totalmente inesperado. Me dio mucha ansiedad e impotencia. Pero después me acordé de vos, de que cada dificultad puede ser una nueva oportunidad. La psicopedagoga me explicó que si nunca me di cuenta de mi dislexia es porque aprendí sola a doblegarla. Que aprendí español sin mayores dificultades por la sobre estimulación en mi casa por parte de mi mamá. E inglés en un año en Australia porque ya tengo internalizado un sistema propio de estudio que me es funcional. Que si ahora es evidente la dislexia es porque el sistema de lecto-escritura es muy distinto al nuestro y, además, estoy muy estresada con el proceso de migración (en menos de dos años me mudé a dos países distintos, con dos lenguas y culturas diferentes que no conocía) y el proceso de adaptación y desarraigo…
Ironías de la vida: ser disléxica y haber estudiado una licenciatura en literatura, ser escritora y trabajar como correctora editorial; querer vivir en Japón enseñando a leer y escribir en español. Una vez más apliqué lo que me enseñaste: busqué información para saber qué es la dislexia, me focalicé en mis fortalezas, en lo que sí puedo controlar para seguir aprendiendo a mi ritmo. La semana que viene rindo mi primer examen de suficiencia de idioma japonés.
¡Gracias Moni por ser una parte tan importante de este proceso! Porque aunque no volvimos a tener sesiones de coaching, cada estrategia, cada enfoque que me enseñaste a aplicar a mi realidad me ayudaron a cambiar radicalmente mi situación inicial y llegar a donde quería llegar y a seguir trabajando por conseguir cumplir mi sueño. Hoy vivo en el lugar que elegí, me estoy preparando para ser una mejor profesional y pude viajar, conocer nuevos amigos, experimentar diferentes culturas. Algo que cuando te conocí ni siquiera creía imposible por mis circunstancias económicas de ese momento. Pero, por sobre todo, porque inconscientemente no me lo permitía.
¡Agradezco muchísimo haberte encontrado en mi camino! Me ayudaste a descubrir qué era lo que realmente quería, dejando de escuchar el «ruido» externo, plagado de imposturas sociales y deseos o miedos ajenos a mí.
¡Espero estés muy bien! Sigo todos tus post de Instagram y cada dos por tres alguno siempre llega en el momento justo.
Saludos desde tierras niponas
Abrazo enorme Moni!!!
Cariños, Miki